Las Islas Atlánticas son el hogar de numerosas leyendas y supersticiones que han sobrevivido al paso del tiempo, en parte por su aislamiento del resto de la Península. Es preciso tomar barcos a la isla de ons para descubrir uno de sus enclaves más misteriosos, O Burato do Inferno, una grieta de ochenta metros de profundidad que emite sonidos de ultratumba.
Entre la Ensenada de Fedorento y el islote As Freitosas, esta grieta desciende hasta el mar y su peculiar morfología amplifica los efectos sonoros del oleaje, dando lugar a los gritos y lamentos que aterrorizaron a los marinos durante generaciones. Se creía que O Burato do Inferno era, como indica su nombre, un agujero que conducía directamente a los infiernos.
Entre las supersticiones que pueblan estas costas, destaca el modo en que los isleños echan un mal de ojo. La tradición dicta que debe acudirse a Beluso en compañía de un sapo, introducir en su boca un fragmento de ropa de la persona a maldecir y, con las algas de la playa, formar dieciocho bolas, dividiéndolas después en dos grupos y pronunciando finalmente el «conjuro»: Ondas do mar sagrado, tirame o aire de morto de vivo ou escomulgado.
La piratería ha influido notablemente en las Islas Atlánticas, refugio puntual de estos maleantes de siglos pasados. Una de las leyendas más difundidas tiene como protagonista a O Capitán Mourón, pirata que arribó a las costas de Ons con las bodegas rebosantes de botín, y dedicó años enteros a ocultar estos tesoros en las arenas de la isla. Se dice que su espíritu vaga por las playas y acantilados de Ons.
Las Islas Cíes también cuentan con una leyenda relacionada con la piratería, aunque su caso presenta mayores visos de realidad. El temido Sir Francis Drake habría escogido este archipiélago para ocultar sus riquezas y que el pequeño lago junto a Rodas sería el lugar marcado con una «cruz» en sus mapas.